Reflexión de un cubano: La mayor tragedia del país no es la pobreza ni el exilio masivo, sino la normalización de la degradación humana



Un cubano reflexiona sobre el deterioro moral y social que atraviesa el país. Sostiene que el sistema no fracasó, sino que produjo ciudadanos domesticados. La miseria material aparece como consecuencia de una degradación ética planificada.

No es solo un fracaso económico, sino una quiebra ética estructural © Captura de video Silverio Portal y CiberCuba
No es solo un fracaso económico, sino una quiebra ética estructural Foto © Captura de video Silverio Portal y CiberCuba

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En una reflexión publicada en redes sociales, el cubano Sandy Hechavarría Gutiérrez sostiene que la tragedia más profunda de Cuba no es económica ni migratoria, sino la aceptación cotidiana de la humillación, la mentira y la obediencia como normas de vida.

El texto, escrito desde la experiencia personal de un ciudadano en la isla, no se presenta como consigna política ni como análisis académico distante, sino como una reflexión interna sobre el estado actual del país y los efectos acumulados de décadas de poder totalitario sobre la vida cotidiana, la moral pública y la conciencia individual.

Hechavarría afirma que lo que vive Cuba no puede reducirse a una crisis coyuntural. A su juicio, se trata de una descomposición moral estructural, donde no colapsó únicamente un modelo económico, sino la arquitectura ética que sostiene a una sociedad civilizada.

Captura de Facebook/Sandy Hechavarría Gutiérrez

En ese sentido, rechaza la idea de un “fracaso del sistema” y plantea que este cumplió su objetivo esencial: subordinar al ciudadano, no emanciparlo.

Según su reflexión, el poder no buscó elevar al individuo, sino domesticarlo. La conciencia fue sustituida por consignas, la ética por lealtad política y la dignidad por obediencia funcional.


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El país que emerge de ese proceso no sería una desviación del proyecto original, sino su resultado lógico.

Captura de Facebook/Sandy Hechavarría Gutiérrez

El autor sostiene que el totalitarismo cubano no se mantuvo solo mediante la represión visible, sino a través de una ingeniería silenciosa de la subjetividad.

La colonización fue también del pensamiento y de la conducta, convirtiendo a la sociedad en un laboratorio donde se reconfiguró progresivamente la conciencia individual.

Desde esa mirada, el sistema educativo dejó de formar criterio para entrenar reflejos, de enseñar a pensar para exigir repetición. El aula se transformó en un espacio de control donde el miedo a disentir sustituyó a la formación moral.

La corrupción, afirma, no es una anomalía, sino el sistema circulatorio del modelo. La escasez no fue accidental, sino diseñada como herramienta de dominación, y la miseria, lejos de ser una consecuencia no deseada, funcionó como tecnología política.

El ciudadano que roba para sobrevivir no sería un delincuente aislado, sino el producto de una estructura que lo empuja a degradarse.

En su reflexión, la historia también aparece como víctima del poder: secuestrada, reescrita y utilizada como instrumento de sumisión. El empobrecimiento no fue solo material, sino también memorial, mutilando la capacidad del país para comprenderse a sí mismo.

El resultado, describe Hechavarría, es un sujeto fragmentado, obligado a vivir en un teatro permanente, donde debe decir lo que no piensa, aplaudir lo que desprecia y callar lo que lo consume por dentro.

Ese desdoblamiento no sería cobardía individual, sino una estrategia de supervivencia impuesta por la violencia estructural.

Los aplausos ante dirigentes incompetentes, señala, no expresan fe política, sino miedo y cálculo. Son gestos de autopreservación en un entorno donde la verdad tiene costo.

Por eso, concluye, la mayor tragedia de Cuba no es la pobreza ni el exilio masivo, sino la normalización de la degradación humana. Un pueblo que aprende a vivir sin verdad, sin confianza y sin dignidad vive en estado de mutilación espiritual.

A su juicio, no existe una salida técnica para una crisis moral. Ninguna reforma económica puede sanar una nación éticamente devastada.

La única posibilidad real pasa por una ruptura interior: nombrar el daño, desmontar la mentira y recuperar el derecho a pensar sin permiso.

En un régimen fundado sobre la falsedad, sostiene, toda verdad es, por naturaleza, un acto de rebelión moral.

Preguntas frecuentes sobre la degradación humana en Cuba

¿Cuál es la principal tragedia en Cuba según Sandy Hechavarría?

Según Sandy Hechavarría, la principal tragedia de Cuba no es la pobreza ni el exilio, sino la normalización de la degradación humana. Hechavarría argumenta que el problema más profundo es la aceptación de la humillación y la obediencia como modos de vida, resultado de décadas de poder totalitario que han deteriorado la moral y la conciencia individual en la isla.

¿Por qué se considera que el sistema cubano ha cumplido su objetivo?

El sistema cubano ha cumplido su objetivo esencial de subordinar al ciudadano. Sandy Hechavarría sostiene que el régimen no buscó emancipar al individuo, sino domesticarlo, sustituyendo la conciencia por consignas y la dignidad por obediencia funcional. Este proceso habría llevado a una descomposición moral estructural en el país.

¿Cómo afecta el sistema educativo cubano a la conciencia individual?

El sistema educativo en Cuba ha dejado de formar criterio para entrenar reflejos, convirtiéndose en un espacio de control. Hechavarría señala que el aula se transformó en un lugar donde el miedo a disentir reemplaza la formación moral, lo que contribuye a la reconfiguración de la conciencia individual y al mantenimiento del poder totalitario.

¿Qué papel juega la corrupción en el modelo cubano?

La corrupción es el sistema circulatorio del modelo cubano, no una anomalía. Según la reflexión de Hechavarría, la escasez y la miseria no son accidentes, sino herramientas de dominación diseñadas para mantener el control sobre la población, empujando a los ciudadanos a degradarse para sobrevivir.

¿Existe una salida técnica para la crisis moral en Cuba?

No existe una salida técnica para una crisis moral como la que enfrenta Cuba. Hechavarría concluye que ninguna reforma económica puede sanar una nación éticamente devastada. La única solución real sería una ruptura interior que permita desmontar la mentira y recuperar el derecho a pensar sin permiso.

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