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En un movimiento inesperado que confirma la inestabilidad dentro del régimen cubano, Miguel Díaz-Canel anunció este jueves una serie de cambios en la cúpula judicial y política del país, en medio de un creciente descontento social y una crisis de legitimidad interna.
Durante una sesión del Consejo de Estado, el gobernante informó que el veterano magistrado Rubén Remigio Ferro fue “liberado de su cargo” como presidente del Tribunal Supremo Popular, el órgano judicial más alto del país, y que en su lugar asumirá Óscar Silvera Martínez, actual ministro de Justicia.
La figura de Remigio Ferro ha estado marcada por la sombra del privilegio familiar. Su hijo, Rubén Remigio, ha sido protagonista de numerosos reportes que exhiben su vida excéntrica y lujosa, muy alejada de la austeridad que el régimen predica.
Según publicaciones en redes y portales digitales, el joven es aficionado a los accesorios costosos, viste marcas como Nike, Lacoste y Louis Vuitton, y viaja con frecuencia junto a su pareja por destinos como París, Londres, Cancún o Buenos Aires.
Las imágenes divulgadas en sus redes sociales muestran un estilo de vida que contrasta brutalmente con la realidad de los jóvenes cubanos dentro de la isla, donde el salario promedio no alcanza para cubrir necesidades básicas.
Este contraste —entre la miseria del pueblo y el derroche de los hijos de los altos cargos— se ha vuelto símbolo del nivel de corrupción y desconexión moral que impera entre las élites del poder judicial y político del país, y puede haber pesado en su “liberación”.
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La decisión fue presentada como parte de un supuesto proceso de “renovación natural”, aunque todo apunta a un reacomodo estratégico dentro del Partido Comunista.
Acorde al reporte de Cubadebate, la jurista Rosabel Gamón Verde, hasta ahora viceministra primera del ramo, fue propuesta para sustituir a Silvera al frente del ministerio de Justicia. De confirmarse su designación, se convertiría en una de las pocas mujeres que encabezan un ministerio en el actual gabinete.
Oleada de renuncias en el Parlamento y las organizaciones del régimen
El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), Esteban Lazo Hernández, informó además que se recibieron las renuncias de tres figuras clave del aparato político:
- Homero Acosta Ávila, secretario del Consejo de Estado y hombre de confianza de Raúl Castro.
- Ulises Guilarte de Nacimiento, exsecretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
- Ricardo Rodríguez González, expresidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).
Según la nota oficial, solo se aceptaron las dimisiones de Guilarte y Rodríguez. La de Homero Acosta aún no ha sido confirmada, lo que alimenta las especulaciones sobre posibles tensiones internas entre facciones del poder.
Un cambio que llega tras la tormenta
La salida de Ricardo Rodríguez González se produce tras la tormenta digital sin precedentes desatada en junio, luego de respaldar públicamente a Díaz-Canel y a la empresa estatal ETECSA por el aumento de las tarifas de telefonía e internet.
Miles de universitarios y ciudadanos reaccionaron con indignación, inundando las redes sociales con el lema “No nos representa”, en un abierto rechazo a su liderazgo y al servilismo político de la FEU. La caída de Rodríguez simboliza, para muchos, la fractura entre las nuevas generaciones cubanas y las instituciones oficiales.
El ocaso de Guilarte y la crisis sindical
Por su parte, Guilarte de Nacimiento, quien había entregado oficialmente en agosto la dirección de la CTC tras 12 años de mandato, formalizó ahora su renuncia como diputado.
Bajo su gestión, la Central de Trabajadores fue acusada de actuar como brazo dócil del Partido Comunista, sin independencia ni defensa real de los derechos laborales.
El relevo en la CTC, asumido por Osnay Miguel Colina Rodríguez, no ha generado entusiasmo en los sectores obreros, que ven el cambio como “más de lo mismo”.
La renuncia de Guilarte, sin embargo, marca el cierre de un ciclo en el que el sindicalismo socialista profundizó en su histórica desconexión con los trabajadores.
Reacomodo y señales de crisis
Estos movimientos ocurren en un contexto de profunda crisis económica, apagones generalizados y creciente descontento social, que han obligado al régimen a maniobrar para mantener el control político.
Analistas consultados por CiberCuba apuntan que los cambios reflejan fracturas internas y pérdida de confianza entre las élites.
Las recientes destituciones, renuncias y sustituciones dejan claro que el gobierno de Díaz-Canel —respaldado por Raúl Castro y el grupo militar de GAESA— intenta recomponer su estructura de poder ante el creciente aislamiento y la pérdida de credibilidad dentro del país.
Mientras tanto, en las calles y redes, la percepción es otra: el régimen se tambalea, y los cambios en la cúpula no son vistos como señales de renovación, sino como manotazos de supervivencia de un sistema agotado.
“Se mueven las fichas, pero el tablero sigue siendo el mismo”, escribió un internauta desde La Habana. “Lo que cambia son los nombres, no la dictadura”.
La “renovación” anunciada por Díaz-Canel no apaga el fuego. Por el contrario, parece avivar la sospecha de que Cuba atraviesa una nueva etapa de desgaste interno, en la que ni siquiera los leales están a salvo.
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