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Venturas y desventuras de un refrigerador roto en Cuba

Todo era felicidad en aquel cruento verano del pasado 2018 cuando, a principios del 2019, sin ton ni sin, mi amado frío empezó a descongelarse.

Calle Monte en La Habana © CiberCuba
Calle Monte en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Por allá, por la algo lejana década de los 60, específicamente en el año 1965, fue producido el filme francés “Las Tribulaciones de un chino en China”, obra de Julio Verne adaptada para el cine y que fue magistralmente interpretada por uno de los ídolos del cine galo de entonces, el intrépido Jean-Paul Belmondo.

Las peripecias, los entuertos, los vericuetos de la trama atrapaban al espectador y tan es así, que tras tantísimos años, a cada rato yo vinculo lo que a mí acontece con lo sucedido al protagonista de aquella película que abarrotó los cines cubanos de la época.

Se preguntarán, ¿qué le pasó esta vez a Julita? Sólo remítanse al título y así lo sabrán: ¡un frío roto! Algo, al parecer intrascendente, sobre todo si dicho aparato estaba dentro de la garantía que te entregan al comprarlo. Pero… ¡bien, les explico!

Al regresar de los Juegos Olímpicos de Sydney en el año 2000, y gracias a una rebaja que existía en esos momentos para los que allí asistimos, pude comprar un refrigerador LG que vino a dar batalla el pasado año por el mes de julio.

Continuas y costosas reparaciones me hicieron pensar en adquirir otro nuevo pero mi poder adquisitivo no llegaba a su costo. Ahí, como por arte de magia, llegó a Cuba mi hijo mediano, Henry y su esposa Vero, quienes me ofrecieron su ayuda solidaria, o sea, que entre Julito, mi hijo menor, ellos y yo, reunimos capital y así llegamos a la alta cifra.

'Afortunadamente' por esos días sacaron a la venta en La Favorita del Cerro dichos aparatos marca MABE, y ni cortos ni perezosos nos dirigimos al establecimiento cercano a la avenida Ayestarán y lo adquirimos.

Todo era felicidad en aquel cruento verano del pasado 2018 cuando, a principios del 2019, sin ton ni sin, mi amado frío empezó a descongelarse.

De inmediato le saqué los pomos de agua, el picadillo de pavo y los pedazos de pollo y…. tras un día de espera, uff, comenzó a congelar y regresó la felicidad.

Pero, saben que la dicha dura poco en casa del pobre, y así fue que en mayo-junio, la descongelación reapareció y con mi hijo me dirigí al consolidado de garantía de la corporación TRD, sito en Séptima A y 84, en Playa, a donde hay que reportar las roturas por teléfono (una sola compañera recibiendo las constantes llamadas, sin una pizarra), pero que en mi caso, fui atendida rápidamente y con excelente trato.

Por suerte era martes y ese día se encargaban de los pedidos de mi municipio, el Cerro, por lo que vi los cielos abiertos cuando el diligente Dayron envió a mi casa a los técnicos Iosvany y Julio.

Me dije: “menos mal, ya por la tarde tendré agua fría”. Jajaja. ¡Qué lejos estaba de la verdad!

Es cierto que cuando llegué al consolidado la cantidad de MABES parados, uno encima del otro, sin permitir apenas el paso, era incontable; es cierto que los trabajadores de dicho consolidado me dijeron: ¿MABE?, con cara de angustia; es cierto que todo me hacía indicar que había comprado un equipo bien MALO, pero una nunca pierde las esperanzas.

Sin embargo, Julio, el técnico, llegó, tocó al frío y dijo la lapidaria frase: “Está muerto Julita”.

Lo miré incrédula, porque mi bello, grande, espacioso frío no podía estar roto y menos, ser baja total. Pero así fue.

Ahí, ahíii…¡¡¡comenzarían las Tribulaciones de un chino en China!!! pero a la cubana. Sí.

Primero, ellos se llevaron la orden para iniciar el 'breve y eficiente' trámite de la baja. Me explicaron que las órdenes se llevaban al consolidado, de ahí se elevaban a la empresa y entonces se hacía una reunión donde se analizaba casuísticamente la posible baja.

“¿Cuánto dura eso?” , fue mi rápida pregunta. Y con el rostro de ambos obtuve la respuesta.

Me dijeron: “vamos a ver si para la semana que viene (era martes) ya nos llega la orden de baja, para venir a recoger el aparato, darte el papel de la baja y con ese documento y la propiedad del equipo vas a la tienda donde lo compraste y te dan uno idéntico si lo hay o el dinero que invertiste”.

Disciplinadamente esperé ocho días, al cabo de los cuales repetí la visita al consolidado que esta vez tenía cola afuera, mientras adentro, todo el local estaba completamente abarrotado de equipos rotos, casi todos MABE.

(Por cierto, aunque no es el tema central de este comentario vivencial, condiciones precarias para ese colectivo laboral que ni un baño decente tiene, con materiales echados a perder para reconstruirlo; sin apenas aire para respirar y un disgusto a flor de piel. Todo explicado con lujo de detalles por Dayron y las muchachitas que atienden el teléfono y al público).

Por supuesto, el papel de baja brillaba por su ausencia. Pregunté dónde radicaba la empresa y estaba en Centro Habana, por la calle Manrique.

Cabalgando sobre la motico eléctrica de mi Lolo menor, llegué allí y como para no variar, me atendieron maravillosamente pero mi orden para la baja estaba en cola con otras muchas y que quizás para la semana entrante la analizarían.

Los que me conocen pueden imaginar a esta cubana cuando se le sube Asturias a la cabeza, lo que dice y hace; por supuesto, con el mayor de los respetos a aquellos dos compañeros que tan amablemente me habían recibido.

La presión rompió mis muy controlados límites, la angina de pecho se adueñó de mí y mi mente se atrofió. ¿Otra semana más sin agua fría para tres niños que casi casi terminaban el curso, con un verano extenuantemente caliente? ¿Otra semana más para no tener dónde guardar lo que se puede comprar de comida?

Tanto Rafael como el Polaco me trataron de apaciguar y, por suerte, apareció una solución, y al otro día, Dayron, recogía mi frío y me daba el papel para llevar al consolidado.

(Con anterioridad yo había visitado al gerente de La Favorita, lo había puesto al día de la situación, y pensé que teniendo el papel de baja y con la propiedad ya todo estaba resuelto). Jajajaja. ¡Qué lejos estaba de la verdad!

¿Por qué? Ah, porque cuando llegué a las 9 am del día siguiente me dijeron que no había dinero en caja, que regresara sobre la una de la tarde. Miré con paciencia al vendedor (el gerente estaba en una reunión) que no tenía la culpa de nada y regresé a las 2 de la tarde.

Para esa hora, un amigo estaba de posta en la Sortija, céntrica tienda habanera, con el único frío que quedaba, en espera de que yo llegara con el dinero.

¿Quién les dice que el mismo vendedor de por la mañana me dice que no había habido recaudación en la tienda, que no había habido venta y que, lamentablemente, no tenía mis 710 cuc?

Pero que, además, ellos tenían que entregar la recaudación diaria y mantener un fondo fijo para abrir al otro día. Hablando en el más puro español, ni aunque esperara hasta el fin de la jornada laboral, me iban a reunir el dinero porque por si esto fuera poco, el efectivo tenía que salir de una sola caja.

Nuevamente estalló mi espíritu aguerrido del Cid Campeador, moví cielo y tierra, el gerente salió de su extensa reunión, y creo que se vendió un calentador o una lavadora y con eso, a las 4 de la tarde, me dieron mis 710 cuc.

Vuelvo a encaramarme en mi 'veloz' moto y llego a la Sortija, pero aquel Samsung que con tanto celo resguardó mi amigo Rodolfo, costaba 895, o sea casi 200 por encima de lo que yo llevaba en mi bolsillo.

Salí de allí adolorida, con la presión alta, con deseos de morirme y… ¡sin agua fría!

Al otro día me llama mi prima Gladys que en la ferretería de Monte había MABE y corriendo nos fuimos hasta allá.

(Tengo que hacerles una aclaración: en la empresa, un técnico me explicó que una dotación de MABE había salido con defectos y que había sido sustituida por otra con los requerimientos establecidos por los compradores cubanos, que la defectuosa “había sido sustituida” en las tiendas minoristas).

Es por eso que no dudé un momento en iniciar la compra del MABE de 710 cuc y no de otro de 900, pero en este preciso instante recordé a mi amigo el técnico y lo llamé, y le di los códigos de los MABE en venta en esa unidad.

Cuál no sería mi sorpresa cuando me dice: “sal de ahí y no compres eso”.

Salí como un trueno, fui a pedir prestados 200 cuc y recorrí La Habana en busca del Samsung que había desechado, y ¿saben? Solamente lo había en la Sortija, donde increíblemente aguardaba por mí desde el día anterior.

Hecha toda la historia, surgen muchas interrogantes. Si a los trabajadores del consolidado de garantía no les hubiese gustado la pelota, ¿cómo me empataba con el teléfono único sin pizarra?

Si los técnicos de la Empresa, al verme tan agitada, no hubieran acelerado el trámite, ¿cuándo hubiésemos podido tomar agua fría?

Si no le llego a preguntar al que sabía si servían los MABE de la tienda de Monte, ¿cuántos meses me hubiese durado esta vez ese equipo defectuoso?, y más allá, ¿cómo siguen en venta?

Me decía uno de los tantos empleados que me atendieron y con los cuales no tengo ninguna queja que la desatención al cliente es la base del sistema comercial en Cuba.

La desatención al cliente es la base del sistema comercial en Cuba

Y es cierto: ¿qué derecho tiene el consumidor?

Ojalá y las tribulaciones de esta periodista en Cuba no se repitan para otros muchos que pagan 710 cuc por un equipo de apenas 300 en el mercado internacional.

Que conste, el Hospital Cardiovascular es testigo fiel del estado en que me dejaron las tribulaciones por un frío roto. Ah, y gracias que dispuse de la 'veloz' motico de mi Lolo.

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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos


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Julita Osendi

Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana 1977. Periodista, comentarista deportiva, locutora y realizadora de más de 80 documentales y reportajes especiales. Entre mis coberturas periodísticas más relevantes se hallan 6 Juegos Olímpicos, 6 Campeonatos Mundiales de Atletismo, 3 Clásicos

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