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Desde Cuba: “Nos hemos convertido en un país de ladrones”

Un grupo de cubanos de diversas profesiones y oficios reconoce que el robo en Cuba crece en todas las esquinas.

La inmediaciones del Parque del Curita, en Centro Habana (imagen genérica) © CiberCuba
La inmediaciones del Parque del Curita, en Centro Habana (imagen genérica) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Hay aún bastante gente en Cuba, en el campo y en la ciudad, que vive bajo los cánones de un pasado en el que el robo no crecía como la mala hierba en cualquier esquina.

A Israel, propietario de una finca grande en las afueras de La Habana, le vienen a la cabeza ahora los días en que su padre dejaba la bicicleta recostada en la acera de su casa todas las noches y “no tenía que molestarse ni en ponerle candado porque sabía que nadie osaría llevársela”.

De acuerdo con el agricultor de 69 años, “entonces era cuando se dejaba cada noche un litro vacío con los 20 centavos en la puerta de la casa para recogerlo lleno de leche al otro día, sin que nadie lo hubiera tocado. Éramos un pueblo mucho más pobre y menos escolarizado que hoy, pero sí mucho más educado".

“A nadie se le ocurría robar. Ni siendo un muerto de hambre nadie cogía lo que no era suyo porque había que ser pobre, pero honrado. En aquella etapa si a uno lo tildaban de ladrón llenaba de vergüenza a toda la familia", añade.

“A nosotros nos pedían permiso para pasar por nuestras tierras, donde había sembrados árboles llenos de frutas y nadie tomaba ni una sin pedirla. Era el tiempo en que un solo guardia atendía el pueblo entero y dos cuidaban las fiestas populares”, rememora.

A tenor con la maestra retirada Josefina, “no somos tan cultos como nos pintan precisamente porque hay una educación que solo se da en la casa y que en Cuba lleva mucho rato fallando. Antes los profesores éramos un ejemplo de integridad para nuestros alumnos, pero hoy somos, junto con los padres, los principales culpables de tanta desviación en el carácter y tanta pérdida de valores".

“Antes desde pequeños nos obligaban a actuar éticamente, a tener moral para llamarle la atención a otros por lo que estaba mal hecho. Tristemente hoy los niños con ocho o nueve años llegan a sus casas con cosas que no le pertenecen y los padres, lejos de cuestionarles de dónde lo sacaron, les aplauden el delito. Me deprime ver que nos hemos convertido en un país de ladrones. El delito respira en cada rincón porque prevalece la impunidad", añade.

“Sé que la escasez desata las miserias humanas y que antes las familias se atendían mejor unas a otras y no había tantos divorcios ni divisiones, pero no podemos quedarnos cruzados de brazos mientras se pierde el respeto por los mayores, por lo que es ajeno, por el trabajo, por la vida misma. La malversación y el maltrato de la propiedad social se han convertido en algo cotidiano en cualquier pueblo o ciudad cubanos porque no hay quien lo frene”, explica la letrada.

Al decir del cuentapropista Eugenio, de 47 años, “ya aquí no se sabe qué más van a desaparecer. Lo mismo se llevan los bancos de una zona wifi, que una tarja, que los angulares de una torre eléctrica, que la comida de una escuela, que los billetes de una sucursal bancaria,que los medicamentos de un hospital. Lo que ocurre es que quien es dueño de todo no es dueño de nada", opina.

“Poco a poco un sector considerable de la población ha ido viendo ‘el invento’ como una forma de subsistencia. Por eso cuanto se construye se hace mal hecho y dura dos días, y no hay un centro de trabajo donde no se desvíen recursos. El Período Especial laceró mucho la conducta del cubano", señala.

“No debemos aplaudir que alguien se robe un saco de cemento porque prefiere ser un vago o que se robe las losas de un parque porque en la tienda no las hay. Lo que hay que hacer es ir a la raíz de los problemas, cubrir las necesidades básicas de la gente y luego exigirle que mantenga el orden. Tal vez cuando volvamos a generar riqueza y alcancemos un desarrollo real, recuperaremos los valores que una vez tuvimos”, puntualiza el agente de Comunicaciones.

Por su parte, el ingeniero Nelson, de 35 años, destaca que “desgraciadamente se roba porque la policía no está en ningún lado. Me cuentan mis abuelos que antes cualquier hecho vandálico se ganaba el repudio público y todo el peso de la ley. Dicen que, en Marianao, donde ellos vivían, había un solo oficial que controlaba todo y que las raras veces que ocurría un robo siempre se enteraban de quién había sido".

“Pero hoy no hay conciencia social ni control ni cámaras de vigilancia. Los fondos públicos van a parar a Dios sabe dónde mientras no tenemos a quién reclamarle porque no nos botan diariamente (a veces ni semanalmente) la basura, porque las calles son un asco, porque hay quienes ni denuncian los robos porque saben que no van a encontrar a quién lo hizo".

“Estamos como en un sitio sin ley, donde todo el mundo hace lo que le venga en ganas sin que pase nada. Como sociedad tenemos que ser severos con los verdaderos crímenes, no con aquellos que se inventan los que mandan. El vandalismo, por ejemplo, se acaba con multas constantes y con la administración correcta de los impuestos que pagamos al Estado. Que usen mis tributos para pagarle a quien proteja y cuide nuestro entorno”, afirma el mecánico particular.

Uno de los usuarios de Cubadebate aclara que “la municipalidad tiene que tener recursos para arreglar, chapear y pagar por el cuidado y la preservación del ornato público, sea parques, paradas, avenidas, calles o la fachada de casas y edificios. Es la municipalidad la que tiene que asumir funciones y dictar disposiciones legales para preservar todo en el municipio. Así funciona en todo el mundo. ¿Por qué nosotros tenemos que inventar cosas distintas, mantenerlas inamovibles por demasiado tiempo, y queremos que funcionen, conociendo que no han funcionado por ya más de 60 años?”.

Según se queja Magaly, doctora de 40 años, “en cualquier lugar del mundo deben existir reglas, normas y leyes, pero el papel aguanta de todo y debe haber una manera eficiente de hacerlas cumplir para que los delincuentes no se multipliquen como ha estado pasando aquí en las últimas décadas. Nuestra cultura cívica no es un ejemplo para nadie desde hace mucho".

“Como único lograremos que nadie destruya o tome lo que no le pertenece será castigando a aquellos que roban incluso la ropa que uno deja en patios o balcones, o que desbaratan un ómnibus por simple y llana diversión. Oigamos un poquito más a los adultos mayores, que sí saben lo que es ser un ciudadano modelo”, concluye la doctora.

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