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Cuando el mal es de gallina vieja, no valen el aceite ni la cerveza fría

Cuba es unos de los países que más alimentos desperdicia en el mundo debido a la obsolescencia tecnológica de su industria alimentaria, a la cultura de pobreza impuesta por el castrismo empobrecedor que necesita al pueblo dependiente de la OFICODA.


Este artículo es de hace 3 años

El ministro de la Industria Alimentaria de Cuba, Manuel Sobrino Martínez, se puso a jugar a la gallinita ciega en la Mesa Redonda, espacio que parece empeñado en derrotar a Pánfilo como líder de audiencia porque en cada edición derrocha humor con nasobucos quirúrgicos al ritmo de vamos a contar mentiras tralalá, vamos a contar mentiras...

Paradójicamente, Cuba es unos de los países que más alimentos desperdicia en el mundo debido a la obsolescencia tecnológica de su industria alimentaria, a la cultura de pobreza impuesta por el castrismo empobrecedor que necesita al pueblo dependiente de la OFICODA y de otros mecanismos de redistribución de escasez y del robo feroz que acometen directivos y empleados de todo aquello que sea vendible en el incesante mercado negro, aliado estratégico del poder.

En España, por ejemplo, los tranchetes, muy populares en los bocaditos para la merienda de niños y jóvenes, se elaboran con la recortería de quesos a punto de caducar y el chopped se produce a partir de los desechos de jamones tipo York y otros recortes de embutidos ligeros próximos a expirar su plazo de consumo recomendado.

Ambos productos se venden a precios asequibles y forman parte de la dieta habitual de la población de menores recursos económicos, aunque los consumen todos los españoles y muchos extranjeros residentes; pero tranchetes y chopped deben superar las exigentes pruebas de seguridad alimentaria europea, que son referencia en el mundo.

Aparte de estos subproductos, los españoles disponen de una amplia oferta de alimentos y bebidas, con opciones para todos los bolsillos que -lamentablemente- no es el caso de Cuba, donde la mayoría de las personas comen para saciarse, sin poder reparar en la calidad de su ingesta.

Ya conocemos las habituales letanías tardocastristas sobre el embargo norteamericano, que no prohíbe la venta de alimentos y medicinas, pero que tampoco consigue explicar la destrucción del eficiente Combinado Avícola Nacional (CAN) que fue una rara excepción en la improductiva economía comunista de Cuba.

¿A dónde fue a parar toda esa cultura de eficacia productiva, para que ahora tenga que comparecer el ministro de la Alimentaria a anunciar la buena nueva de las gallinas decrépitas como materia prima de croquetas, descubrir la importancia de la cerveza en el caluroso Caribe y revelar un dato estremecedor: Cuba consume cerca de un millón y medio de toneladas de pan al día?

La cifra puede explicar la obsesión humorística de Pánfilo con el pan, pero evidencia el drama cotidiano de la mayoría de los agredidos cubanos por el mismo gobierno que exterminó la abundancia en una isla de algo tan sencillo como el pescado fresco, en favor, primero del congelado importado, luego del pollo Made in USA por pescado, y que ahora planea una zafra de 300 toneladas anuales de claria. Y de que van, ¡van!; aunque el caracol africano siga campeando por valles y montañas infertilizadas por la plaga comunista.

Cuando un ministro habla, habla el gobierno de la República de Cuba y debía sopesar sus palabras, pero en Cuba hace muchos años que la oralidad abandonó los senderos cívicos para adentrarse por calles y aceras destrozadas, en las que nunca falta el ron "Planchao", alcoholes destilados con métodos ajenos a la calidad alimentaria, las lágrimas y el inxilio permanente.

Un detalle que faltó en la comparecencia del ministro responsabilizado con la alimentación del pueblo fue informar sobre el precio que tendrán las inminentes croquetas de aves decrépitas, aunque los periodistas tampoco lo preguntaron, obligando a los consumidores (en Cuba no hay clientes) a esperar por una próxima comparecencia de las ministras de Finanzas y Precios o de Comercio Interior para enterarse de cuánto les costará la novedosa masa cárnica; aunque puede que lleguen a las tiendas con susto en el precio.

Tampoco sabemos si los pequeños y medianos empresarios agropecuarios privados van a tener opciones en el banquete de gallinas decrépitas y si los institutos tecnológicos van a abrir cátedras de sexadores de pollos, para corregir un posible desequilibrio biológico que produzca más gallos que gallinas, y de clasificadores que determinen el punto exacto de la decrepitud avícola, garantía de que las croquetas estén en su punto.

Ya embullado, el Ministerio de la Industria Alimentaria de Cuba debería valorar la conveniencia de aumentar la producción de aceite de girasol, que se dará bien en un eterno verano, sobre todo, porque las croquetas deben comerse fritas, aunque no faltará el alabardero que asegure que calentadas al sol de la patria son ambrosía.

Quienes han puesto el grito en el cielo han sido los babalawos porque las gallinas se pondrán por las nubes por culpa de la iniciativa gubernamental, que ha convertido a esa ave de corral en el siguiente hito de soberanía alimentaria.

En Cuba a cualquiera se le muere un tío, así que nadie debía sobresaltarse porque un Sobrino -con aspecto de Luca Brasi- anuncie que tiene la fórmula de la croqueta de gallina vieja, que da un caldo estupendo, aunque sin los valores proteicos del avestruz, la jutía conga y el majá de Santa María. Madre de Dios, ruega por los cubanos hambreados, en manos de un gobierno de gallos y gallinas decrépitas.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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