Presentan el nanosilicio ruso como solución "milagrosa" para la agricultura en Cuba

En plena crisis de fertilizantes, funcionarios cubanos promueven un bioproducto ruso como la nueva panacea del campo. Sin pruebas concluyentes ni datos verificados, el llamado "nanosilicio" es presentado con entusiasmo como un insumo ideal para aumentar los rendimientos agrícolas y la calidad de los productos.

Campesinos reciben catálogos del nanosilicio ruso sin pruebas de su efectividad local Foto © Cubadebate/Otoniel Márquez

En un escenario de escasez crónica de fertilizantes, rendimientos agrícolas en picada y un sistema agroindustrial al borde del colapso, autoridades cubanas exhiben el nanosilicio ruso como una solución casi milagrosa, pese a no contar con estudios públicos, resultados comprobados en condiciones locales ni un plan claro de implementación.

El producto fue presentado en la Empresa Agroindustrial de Granos José Martí, en el municipio de Candelaria, en Artemisa, por Dmitry Chernyy, representante del Ministerio de la Agricultura en la Embajada de la Federación de Rusia en Cuba, informó el periódico oficial El artemiseño.

Según la versión oficial, el nanosilicio es un fertilizante líquido de origen mineral, compuesto por silicio biológicamente activo y microelementos, cuyos "efectos positivos en la estimulación de muchas plantas, tienen impacto significativo en su crecimiento y desarrollo, por consiguiente en los rendimientos y calidad del producto", apuntó.

Pero más allá de las declaraciones generales, no se ofrecieron evidencias técnicas, resultados de campo ni ensayos en suelos cubanos que respalden esas afirmaciones.

Durante el encuentro, campesinos y funcionarios recibieron catálogos y muestras “en consignación”, en lo que se describió como un intercambio “fructífero”. Algunos productores mostraron “alegría y sorpresa” por tener acceso a un bioproducto que, según se dijo, podría llegarles mediante paquetería y transportación aérea en formatos pequeños y con “precios asequibles”.

No obstante, esa misma estrategia evidencia la improvisación: un fertilizante supuestamente “respetuoso con el medio ambiente” y que aumentará los rendimientos agrícolas en Cuba será importado en frascos de mano, sin estructura logística ni seguridad en el suministro.


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La urgencia por soluciones mágicas responde a un contexto alarmante. La agricultura cubana sufre una profunda crisis provocada por la falta de insumos, el deterioro de la infraestructura, la centralización ineficaz y la emigración de fuerza laboral.

El campo no produce lo suficiente, los mercados estatales están desabastecidos, y las importaciones de fertilizantes han caído a niveles mínimos.

Ante ese panorama, el nanosilicio aparece como la nueva promesa. Sin embargo, en lugar de apostar por un rediseño serio de las políticas agrícolas, el gobierno se aferra a la narrativa de la “solidaridad” y presenta una muestra extranjera como si fuera un plan nacional. No hay datos sobre el costo real de importación, el impacto ambiental a largo plazo ni su compatibilidad con cultivos clave para la seguridad alimentaria.

Las autoridades intentan disfrazar de oportunidad lo que en realidad es precariedad: repartir muestras y catálogos a productores desesperados por una solución, sin garantizar resultados, acceso real ni control de calidad. La promoción de este bioproducto ruso se alinea con la tendencia oficial a importar parches, mientras los problemas estructurales de la agricultura siguen sin resolverse.

Así, mientras los campos cubanos se agrietan por falta de nutrientes, la solución ofrecida no es soberanía productiva ni ciencia nacional, sino un frasco extranjero con promesas que aún no germinan.

Ante la falta de fertilizantes, la prensa oficialista a sugerido incluso fertilizar las plantas con orina, como una alternativa a los abonos químicos, y como una “solución alternativa” para contribuir a la tan añorada como escurridiza “soberanía alimentaria” que persigue el gobierno,

En octubre de 2018, el periódico oficial 5 de Septiembre informó de la construcción en Cienfuegos de la mayor fábrica de fertilizantes del país, un emprendimiento conjunto con una compañía de la India, que tendría capacidad para producir 300,000 toneladas al año y cuya producción debía arrancar a finales de ese año.

Cuba atraviesa una de las peores crisis alimentarias en décadas, marcada por el desabastecimiento crónico, la caída de la producción agrícola nacional y la dependencia casi absoluta de importaciones que el país ya no puede costear.

La escasez de productos básicos como arroz, leche, harina o aceite ha convertido la alimentación diaria en una lucha constante para millones de cubanos.

Las largas colas, los mercados vacíos y el encarecimiento desproporcionado de los alimentos en el sector informal son parte del día a día en una población que sobrevive con salarios que no alcanzan para cubrir ni una cuarta parte de la canasta básica.

Las causas de esta emergencia son múltiples: la ineficiencia estructural del sistema agropecuario estatal, la falta de insumos y combustible, la dolarización de muchos productos esenciales y la caída estrepitosa de la producción nacional.

A ello se suma el impacto de las sanciones del embargo estadounidense, los desastres naturales y la falta de reformas profundas e integrales en el sistema agropecuario.

Por otra parte, el agravamiento de la crisis energética ha dejado una estela de pérdidas en cultivos como el tabaco, y es uno de los factores que inciden en la caída de la producción de leche.

El caso de Pinar del Río es un ejemplo sintomático de lo que ocurre a nivel nacional. Recientemente, el Pleno del Comité del Partido Comunista de Cuba (PCC) confirmó que la provincia tiene más de 19,000 hectáreas (ha) de tierras ociosas, las cuales coexisten con mercados vacíos, una población que sufre desabastecimiento crónico y un autoabastecimiento municipal sin despegar, diagnóstico que ya no sorprende.

Aunque en los últimos dos años se entregaron más de 50,000 ha, esto no se tradujo en un aumento significativo de la producción, debido a trabas burocráticas y falta de estímulos reales, admitió el delegado de la Agricultura en el territorio, Yoel Hernández.

Preguntas frecuentes sobre el nanosilicio ruso y la crisis agrícola en Cuba

¿Qué es el nanosilicio ruso y cómo se propone como solución para la agricultura en Cuba?

El nanosilicio ruso es un fertilizante líquido de origen mineral, compuesto por silicio biológicamente activo y microelementos, que supuestamente estimula el crecimiento de las plantas y mejora su desarrollo. Las autoridades cubanas lo presentan como una solución milagrosa para la crisis agrícola, a pesar de no contar con estudios ni resultados comprobados en suelos cubanos.

¿Qué problemas enfrenta actualmente la agricultura en Cuba?

La agricultura cubana enfrenta una profunda crisis caracterizada por la falta de insumos, deterioro de la infraestructura, y una centralización ineficaz. Además, hay una emigración significativa de la fuerza laboral, desabastecimiento en mercados estatales y una caída drástica en las importaciones de fertilizantes.

¿Por qué el nanosilicio ruso podría no ser una solución efectiva para Cuba?

El nanosilicio ruso podría no ser efectivo porque no existe un plan claro de implementación, ni estudios que comprueben su eficacia en las condiciones locales de Cuba. Además, se planea importar en pequeñas cantidades sin una estructura logística sólida para su distribución.

¿Cómo afecta la crisis alimentaria actual a la población cubana?

La crisis alimentaria en Cuba ha convertido la alimentación diaria en una lucha constante para millones de personas. La escasez de productos básicos como arroz, leche, harina y aceite, junto con colas interminables y precios prohibitivos en el mercado informal, son parte de la vida cotidiana de los cubanos.

¿Qué medidas ha tomado el gobierno cubano para enfrentar la crisis agrícola y alimentaria?

El gobierno cubano ha anunciado varios planes e iniciativas, como la recuperación de empresas agropecuarias y la activación de casas de cultivo. Sin embargo, las iniciativas se ven obstaculizadas por déficits persistentes de insumos y una falta de incentivos reales para los productores, lo que siembra dudas sobre su viabilidad.

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