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Cuba vive este jueves una situación límite: el apagón nacional se prolonga por segundo día consecutivo, con miles de personas sin electricidad y obligadas a sobrevivir en la oscuridad, sin refrigeración de alimentos, hospitales bajo presión y la conexión digital prácticamente paralizada.
En las últimas horas, las autoridades han anunciado avances mínimos.
El último parte del Ministerio de Energía y Minas anunció la entrada en línea de la Unidad 3 de la termoeléctrica Céspedes.
Con anterioridad reportó la reincorporación de la Unidad 5 de Nuevitas, motores del Mariel, dos bloques de Santa Cruz, la Unidad 8 del Mariel y las plantas de Energas en Varadero y Boca de Jaruco.
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En La Habana, la Empresa Eléctrica indicó que, hasta las 5:00 am, se habían logrado restablecer 18 subestaciones y 208 circuitos de distribución, lo que representa el 73 % de la ciudad y un total de 628,861 clientes.
También aseguró que 41 hospitales y ocho sistemas de abasto de agua fundamentales ya cuentan con energía, aunque miles de cubanos siguen esperando.
El primer ministro Manuel Marrero Cruz intentó transmitir optimismo desde X, afirmando que se habían logrado recuperar 500 MW y que se trabaja para reactivar la central Antonio Guiteras, además de reforzar el microsistema de Camagüey para incorporar el bloque 6 de Nuevitas.
A las 10:00 pm del miércoles, apenas poco más del 5 % de la demanda nacional contaba con electricidad.
La Unión Eléctrica (UNE) reveló entonces que en ese momento se sostenían más de 200 MW en microsistemas eléctricos distribuidos en varias provincias, destinados principalmente a garantizar el funcionamiento de hospitales, panaderías y bombeo de agua.
Antes del colapso, la UNE había advertido en una nota que la situación del SEN era crítica.
Un patrón de colapsos
El desastre comenzó a las 9:14 am del miércoles, cuando la central termoeléctrica Antonio Guiteras, la mayor del país, salió inesperadamente de servicio, provocando la caída total del Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
La Unión Eléctrica (UNE) se limitó a publicar un escueto mensaje en Facebook: "9:14 am. Caída del Sistema Electroenergético Nacional tras salida imprevista de la CTE Antonio Guiteras. Continuaremos informando".
Este es ya el quinto apagón nacional en menos de un año, una cifra que desnuda la magnitud de la crisis estructural.
En octubre y diciembre de 2024, fallos en la misma Guiteras provocaron apagones generales; en noviembre, el huracán Rafael arrastró al SEN; y en marzo de este año, un fallo en la subestación de Diezmero volvió a dejar a todo el país sin servicio.
Hace alrededor de un mes, el 7 de septiembre, una falla en la línea de 220 kV Nuevitas-Tunas dejó sin electricidad a todo el oriente, desde Las Tunas hasta Guantánamo.
Y semanas antes, La Habana sufrió dos apagones generales consecutivos: uno en agosto por una avería en la subestación Naranjito, que afectó a 14 de sus 15 municipios, y otro en julio, presuntamente provocado por una descarga eléctrica que disparó varias subestaciones de alta tensión.
Un país a oscuras
La tragedia no es solo técnica, sino política. El colapso eléctrico expone, una vez más, la absoluta incapacidad del régimen cubano para garantizar un servicio básico.
Pese a décadas de promesas y supuestas inversiones, el país depende de un sistema obsoleto, frágil y al borde del colapso permanente, que arrastra a toda la isla cada vez que una de sus plantas críticas sale de servicio.
El resultado de esta cadena de desastres es un país sumido en la penumbra, donde la vida cotidiana se hace insoportable y el futuro se percibe cada vez más incierto.
La incapacidad del régimen para garantizar el suministro eléctrico ya no es solo un fallo técnico: es un fracaso político y humano que condena a millones de cubanos a la precariedad más absoluta.
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