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Affaire Humbertico provoca lágrimas de cocodrilo en prensa comunista anticubana

La UPEC, abrumada de motivos para callar, perdió una oportunidad de oro para fingir su condición de sociedad civil y evitar inmiscuirse en asunto ajeno.

Ricardo Ronquillo junto a Humberto López, Lázaro Manuel Alonso © Facebook / Ronquillo Bello
Ricardo Ronquillo junto a Humberto López, Lázaro Manuel Alonso Foto © Facebook / Ronquillo Bello

Este artículo es de hace 2 años

El tardocastrismo es una maquinaria imparable de absurdos y bromas colosales, como la penúltima ocurrencia de la anticubana Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), llorando por Humberto López Suárez: amordazador, amordazado, según el relato fantástico de burócratas de La Habana.

Los defensores de fusilamientos, del desprecio castrista a Pedro Luis Boitel y Orlando Zapata Tamayo, del hundimiento del remolcador "13 de marzo", de la masacre en el río Canimar, largas condenas de cárceles, actos de repudios, detenciones arbitrarias, reclusiones domiciliarias forzosas, despidos laborales e inhabilitación de títulos docentes por motivos ideológicos, del destierro de médicos y la periodista Karla Pérez y numerosas violaciones de los derechos humanos, defienden a un linchador mediático al servicio del poder, con dotes histriónicas para ser el malo de la tragedia.

Humbertico es solo un mercenario sin escrúpulos; los malos son Raúl Castro Ruz, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, Miguel Díaz-Canel, Manuel Marrero Cruz y el resto de la casta verde oliva y enguayaberada que pisotea a Cuba.

Si mal anda el periodismo a sueldo del Partido Comunista, peor aún están la aguerrida Federación de Mujeres Cubanas (FMC) que no ha abierto el pico públicamente, pese a que asiste al maltrato y vejación de tres mujeres, la esposa, la amante y la agredida Yeilis Torres Cruz; y la nefasta Unión de Juristas de Cuba que calificó a López Suárez como defensor de 'los más altos valores de la justicia y los derechos humanos".

La tropelía de los juristas al servicio de la dictadura más antigua de Occidente ocurre en medio de las celebraciones por el 148 aniversario de la muerte en combate del Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, símbolo de justicia cubana.

Obviamente, Humbertico es un maltratador violento -psicológico y físico- que debía ser expulsado del Partido Comunista de Cuba, a petición de la secretaria general de la FMC y miembro del Buró Político, Teresa Amarelle Boué, quien -con su silencio- asume la condición de cómplice.

La UPEC, abrumada de motivos para callar, perdió una oportunidad de oro para fingir su condición de sociedad civil y evitar inmiscuirse en asunto ajeno; pero la condición de boxeador puchindrú que aqueja al tardocastrismo ha vuelto a deparar una respuesta desproporcionada, aunque interesada, a un episodio estrictamente privado, que deja algunas interrogantes.

¿Cómo consiguió la señora Yeilis Torres Cruz la ubicación del nidito de amor del vocero tardocastrista?, ¿cómo supo la hora en que mataría la jugada?, ¿qué destituciones y/o sanciones habrá en Seguridad Personal por descuidar la protección de un miembro del Comité Central del gobernante Partido Comunista, dejándolo a expensas de una supuesta agente enemiga?

¿Se sentirán seguros los compañeros y compañeras del Comité Central, a partir de ahora, cuando estén echando un palito adicional?

Obviamente, la señora Torres Cruz no tiene derecho a inmiscuirse en la vida privada de otro cubano, pero que se ofendan los mismos que están esperando como cosa buena la Semana de Cine Luis Manuel Otero Alcántara, a cargo de la fílmica del Ministerio del Interior, y que llevan semanas jaleando grabaciones ilegales de conversaciones de opositores y activistas, y publicando datos clínicos de un secuestrado, provoca sonrojo.

El servilismo de la UPEC es otro claro síntoma del deterioro de Cuba, donde periodistas -incluso bajo la censura batistiana- dieron muestras de hidalguía profesional y humana como fueron los casos de Jorge Mañach, Enrique de la Osa, Manuel de Jesús Zamora, José Pardo Llada, Guillermo Cabrera Infante, Gabriel Molina Franchossi, Carlos Franqui y Lino Novás Calvo; entre otros.

Solo estamos ante otro síntoma del derrumbe moral del tardocastrismo y de la infinita torpeza de sus mayorales y capataces que en vez de tratar el affaire Humbertico con bajo perfil han reaccionado como bobos solemnes, cobardes y oportunistas, azuzados por quienes los paga y desprecia.

El sonoro traspiés del penúltimo adalid tardocastrista habrá dibujado sonrisas en más de un periodista de la Mesa Redonda, Cubadebate y demás pelotones de la infantería contra el ¿terrorismo? mediático; pero su caída -como la del manoteador Alpidio Alonso Grau- es cuestión de tiempo; Humbertico está herido de muerte porque la liturgia oficial establece que los prohombres del machismo-leninismo y sus criados aparenten ejemplaridad, modestia y discreción.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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