"Yo soy una negra pobre. No tengo condiciones de nada y mi hijo, el preso político cubano Yunior García Viscay (32 años), se está muriendo de hambre en la cárcel de Guanajay, en Artemisa".
Quien habla es Marieta Viscay Mendoza, una madre de 50 años, residente en el municipio Songo La Maya, de Santiago de Cuba. Ella pide ayuda económica para poder hacer el millar de kilómetros que la separan de su hijo, condenado a 13 años de prisión por participar en las protestas del 11 de julio de 2021.
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Yunior García Viscay fue trasladado primero de la prisión de Valle Grande al Combinado del Este y ahora a Guanayay, a raíz de que su mamá comenzara a denunciar su caso en la prensa. Él la llama poco desde la cárcel porque cambia por comida el tiempo que le dan para usar el teléfono y contactar a su familia y las pocas veces que habla con Marieta Viscay, le dice que se muere de hambre.
"Ayúdenme para poder ver a mi hijo", pide su madre, desde la humilde casa de tablas, sin muebles, y con una cocina de leña, en la que vive en Songo La Maya. "Para poder corregir, tuve que hacer un hueco allá a lo lejos", comenta en referencia a la zona que usa como baño, en medio del monte.
Desde que su hijo cayó preso el 25 de julio de 2021, Marieta Viscay sólo ha podido ir a verlo una vez y lo hizo gracias a las donaciones enviadas desde el exilio. Ahora vuelve a apelar a la buena voluntad de los cubanos. Quienes puedan ayudar, con lo que sea porque toda ayuda es bienvenida, pueden conseguir un teléfono de contacto a través del e-mail tania.costa@cibercuba.com.
En conversación telefónica con CiberCuba, Marieta Viscay se rompió a llorar al hablar de su hijo. Sufre porque no puede ir a llevarle comida a Artemisa, desde Songo La Maya. "Eso cuesta miles de pesos y yo no cobro nada de ninguna parte. Ahora voy a comer un boniato 'pelao'. No me importa. Yo a veces no quiero ni vivir", dijo.
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