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En medio de una oleada de malestar popular por el reciente tarifazo impuesto por la estatal ETECSA, el Partido Comunista de Cuba (PCC) difundió un mensaje que retoma el tono confrontativo y represivo ya utilizado en momentos críticos anteriores.
La declaración, publicada en redes sociales del PCC, llamó a “derrotar a la extrema reacción”, en clara referencia a las recientes protestas lideradas principalmente por estudiantes universitarios.
Detrás del mensaje se encuentra el propio Miguel Díaz-Canel, en su calidad de primer secretario del partido único, lo que otorga al pronunciamiento carácter de línea política directa del poder, y lo emparenta con anteriores “órdenes de combate” emanadas del gobernante.
“Y recuerden esto que nos enseña la historia: que estos procesos revolucionarios no tienen término medio, y que o triunfan plenamente o son derrotados”, se lee en el mensaje, extraído del dictador Fidel Castro, y cuya intención no disimula un llamado a la acción contra cualquier expresión de disenso.
Al advertir que “tengan la seguridad de que a nosotros no nos contarán entre los derrotados”, Díaz-Canel revivió una lógica de confrontación interna que criminaliza el desacuerdo, excluye la posibilidad del diálogo y el consenso, divide el tablero entre “vencedores y vencidos”, y refuerza la represión ideológica y física contra quienes cuestionan las decisiones del régimen.
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Este nuevo llamado recuerda a la “orden de combate” lanzada por el propio Díaz-Canel el 11 de julio de 2021, cuando Cuba vivió las mayores manifestaciones ciudadanas de su historia reciente.
En esa ocasión, el gobernante instó públicamente a los “revolucionarios” a salir a las calles a enfrentar al pueblo que protestaba de forma pacífica contra la crisis económica y la falta de libertades.
“La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”, declaró entonces en cadena nacional, señalando directamente a los manifestantes como provocadores y “confundidos”.
El escenario se repite bajo nuevas causas
En los últimos días, la población, especialmente los jóvenes, ha reaccionado con indignación ante el aumento de precios por parte de ETECSA, que implica un golpe directo al acceso a internet y la comunicación, pilares para la expresión social y política en el contexto actual.
Las nuevas tarifas son percibidas como abusivas y desproporcionadas frente al poder adquisitivo de la ciudadanía, sumida en una profunda crisis económica. Sin embargo, lejos de reconsiderar las medidas, el régimen cubano ha preferido movilizar a su aparato represor, desplazando a agentes de la Seguridad del Estado a las universidades del país.
Además, en lugar de reconocer el descontento como una señal de alarma y corregir las políticas impopulares, el gobierno ha optado por reactivar su maquinaria discursiva de guerra interna, acusando nuevamente a la “contrarrevolución” de instigar las protestas.
Al mismo tiempo, ha escenificado una serie de gestos, como el ascenso a general de Cuerpo de Ejército del actual ministro del Interior, Lázaro Alberto Álvarez Casas, en un acto donde reapareció nuevamente el nonagenario dictador Raúl Castro.
Este encuadre no solo deslegitima las demandas de los ciudadanos, sino que habilita una respuesta represiva bajo el manto de la “defensa de la revolución”.
La gravedad del mensaje del PCC radica en que no es una simple declaración ideológica, sino una línea de acción política que históricamente ha sido seguida por el aparato represivo del Estado. Primero viene un exaltado militante o un medio oficialista gritando "machete que son poquitos", y luego se despliega la maquinaria represora.
Cuando el primer secretario del PCC —la figura con más poder político en Cuba y cabeza del único partido legal que reconoce la Constitución del régimen— emite un llamado a confrontar a quienes expresan malestar, el resultado inmediato suele ser el aumento de la vigilancia, la represión policial, detenciones arbitrarias y el hostigamiento a activistas, periodistas y ciudadanos comunes.
La falta de referencia directa al tarifazo de ETECSA en el mensaje no impide que se entienda como una respuesta frontal a la oleada de protestas que ha comenzado a articularse en universidades y redes sociales.
El uso del lenguaje bélico e ideologizado del castrismo por parte del líder de la llamada “continuidad” confirma que, para el régimen, la crítica no es parte del debate público, sino una amenaza que debe ser silenciada.
El escenario que se configura es alarmante: ante una ciudadanía cada vez más informada y harta de promesas vacías, el poder responde con consignas de trinchera, cerrando el paso al diálogo y reforzando el control social.
En vez de rectificar, el régimen totalitario cubano apuesta una vez más por el miedo y el terrorismo de Estado.
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