Estudiantes jamaicanos que llegaron a Cuba con la ilusión de formarse como médicos de calidad internacional se han topado con una dura realidad y es que viven los mismos apagones, escaseces y penurias que castigan a diario a las familias cubanas.
En un reportaje publicado por el Jamaica Observer, jóvenes como Kelsey Clarke y Dominique Whitely relataron cómo los prolongados cortes eléctricos, la escasez de agua y la falta de productos básicos han marcado su experiencia universitaria en la isla.
Clarke, que estudia en Girón, aseguró que “los apagones de hasta ocho horas diarias” afectan directamente su rendimiento académico. “Necesito la luz y el ventilador para poder estudiar, pero el calor y los mosquitos hacen imposible concentrarse”, sostuvo.
Whitely, estudiante de sexto año en la Universidad de La Habana, describió la experiencia como “humillante”, recordando cómo desde su llegada tuvo que aprender a improvisar ante la escasez de pasta dental, artículos de higiene y hasta agua potable. “Si sobrevives en Cuba, puedes sobrevivir en cualquier parte”, dijo al Observer.
La situación energética del país atraviesa uno de sus momentos más críticos. En mayo, el régimen prometió que los apagones del verano no superarían las cuatro horas diarias por cliente. Sin embargo, apenas semanas después la Unión Eléctrica (UNE) reconoció que los cortes serían mucho más prolongados debido a un déficit estructural.
En julio, el propio ministro de Energía, Vicente de la O Levy, admitió ante la Asamblea Nacional que la promesa no se había cumplido. Y hoy, según datos oficiales, el déficit ronda los 1,700 MW, lo que provoca apagones de más de 12 horas en varias provincias.
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El contraste resulta doloroso porque mientras estudiantes extranjeros pagan cerca de 90,000 dólares canadienses por seis años de carrera, muy por debajo de los costos en otros países, deben aprender a estudiar bajo la luz de una vela o entre mosquitos, como hacen los cubanos.
Promesas rotas y millones ocultos
La frustración aumenta cuando se recuerda que, según investigaciones, el conglomerado militar Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), subrogado a las Fuerzas Armadas (FAR) controla más de 18,000 millones de dólares, suficientes para construir plantas modernas y acabar con la pesadilla eléctrica.
Sin embargo, esos recursos se desvían hacia hoteles de lujo como la Torre K23 en La Habana, mientras estudiantes y familias en toda la isla se ven obligados a cocinar con carbón o dormir en la calle para escapar del calor.
El Jamaica Observer resumió que los becarios de ese país consideran que la formación médica en Cuba es rigurosa, pero diez veces más difícil debido a las condiciones de vida. Lo que para ellos es una prueba de resistencia, para los cubanos es la cotidianidad.
Sin embargo, la coincidencia es clara, al ver a tanto jóvenes que llegaron con la esperanza de convertirse en médicos como para quienes nacieron en la isla, puesto que el sueño se topa con la misma realidad. Un país donde la luz se apaga todos los días, no solo en los hogares, sino también en las expectativas de un futuro mejor.
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