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¿Cuántas personas han muerto en hospitales cubanos por los apagones? La pregunta no tiene respuesta oficial, porque el régimen cubano no ofrece datos sobre este asunto. Sin embargo, la magnitud de la crisis eléctrica en la isla y la fragilidad del sistema hospitalario permiten afirmar que las muertes son inevitables.
La poca información disponible proviene de familiares que se atreven a denunciar en redes sociales o a través de la prensa independiente. Lo que esos testimonios evidencian es que pacientes en estado grave, dependientes de equipos de soporte vital, están entre los más expuestos a los prolongados apagones que sacuden Cuba.
Aunque los hospitales cuentan con grupos electrógenos, en algunos casos estos equipos no funcionan, son demasiado viejos o presentan fallas recurrentes. A ello se suman los problemas de abastecimiento de combustible, lo que convierte en una lotería la garantía del suministro cuando la electricidad falla durante horas o incluso días. En menos de un año se han registrado cinco colapsos generales del sistema eléctrico, y en cada uno los hospitales han quedado expuestos.
El gobierno protege los circuitos donde están enclavados hospitales, pero la creciente fragilidad del sistema nacional hace que las averías sean frecuentes y terminen afectando también a estos centros. Los cortes abruptos también pueden provocar daños en las plantas de emergencia de las instituciones médicas.
Un ejemplo reciente ocurrió el 15 de septiembre en el Hospital Provincial Clínico Quirúrgico Docente “Amalia Simoni Argilagos” de Camagüey. Un incendio en la planta eléctrica dejó sin energía al centro y obligó a evacuar a tres pacientes en estado crítico hacia otro hospital de la provincia. En este caso no hubo que lamentar víctimas, según informaron las autoridades, pero la situación ilustra el peligro constante que pesa sobre quienes dependen de equipos de ventilación asistida o de diálisis.
La falta de electricidad en un hospital, aunque sea por unos minutos, pone en riesgo la vida de pacientes graves. Un corte de pocas horas puede resultar letal si los equipos de soporte vital se detienen, y la interrupción prolongada compromete la atención quirúrgica, el suministro de medicamentos que requieren refrigeración, la conservación de sangre y plasma, e incluso los sistemas de agua y saneamiento.
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El silencio oficial sobre cuántos cubanos han muerto en hospitales por los apagones solo añade incertidumbre y temor. Mientras el sistema eléctrico siga colapsando y los grupos electrógenos de los hospitales permanezcan obsoletos o sin combustible, cada apagón es una amenaza directa contra la vida de los pacientes más vulnerables.
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