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La vida de Mariela Baullosa cambió de golpe el 16 de septiembre en San Antonio, Texas. Ese día, su esposo Alberto Martínez, de 30 años y también cubano, acudió a una cita rutinaria con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y nunca volvió a salir. Desde entonces, la joven madre de 21 años enfrenta sola la crianza de su hija recién nacida.
“Solo lo tenía a él”, dijo entre lágrimas a Univisión Noticias San Antonio. La bebé, Kimberly, había cumplido apenas un mes de nacida cuando ICE citó a Alberto por supuestos problemas con el grillete electrónico que portaba.
“El día 15, el mismo día que la bebé cumplía un mes, lo llamaron por teléfono… Él se presentó el día 16 en la mañana y ya no volvió a salir”, relató Mariela.
Alberto llegó a Estados Unidos en 2022 tras cruzar el río Bravo y entregarse a las autoridades migratorias. Según su esposa, no tiene antecedentes criminales, contaba con un permiso de trabajo válido hasta 2030 y estaba en proceso de regularizar su estatus a través del matrimonio con Mariela, quien es residente legal.
Pese a ello, hoy permanece bajo custodia de ICE en un centro de detención en Texas, a la espera de una audiencia programada para el 29 de octubre.
La incertidumbre pesa sobre la familia: “Mi esposo era mi sustento económico porque desgraciadamente yo todavía no puedo trabajar. La bebé aún toma pecho y acá en este país no tengo familia, solo lo tenía a él”, confesó Mariela.
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Desesperada, la joven publicó el mismo día en un grupo de Facebook de San Antonio un pedido de ayuda: “Necesito algún abogado que me asesore con mi esposo que está detenido por ICE”.
Un patrón que golpea a los cubanos
El caso de Mariela y Alberto se suma a una serie de historias recientes de cubanos separados de sus familias en medio de procesos migratorios en EE.UU.
En Arizona, Harold Luis Navarro fue detenido tras terminar su jornada laboral y aún no conoce a su bebé recién nacido. En Florida, una madre cubana quedó sola con su hijo de días de nacido después de que su esposo fuera trasladado a un centro de deportación recién inaugurado. Y en casos aún más extremos, como el de Heidy Sánchez o Deivy Alemán, las deportaciones han significado rupturas irreparables con hijos pequeños ciudadanos estadounidenses.
Activistas y abogados advierten que la falta de transparencia y la discrecionalidad de ICE generan un clima de inseguridad entre las familias migrantes cubanas. Más allá de las estadísticas, lo que se repite son escenas de dolor: madres jóvenes solas, niños sin sus padres y hogares quebrados de un día para otro.
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