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Aunque la inflación general en Estados Unidos muestra signos de moderación, los precios de los alimentos —especialmente en productos básicos como el café, la carne vacuna y los huevos— siguen sometiendo a presión a los consumidores.
El informe de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos (Bureau of Labor Statistics, BLS) correspondiente a agosto de 2025 muestra que el índice general de alimentos subió un 0,5 % en ese mes.
En el caso del subíndice Food at Home (alimentos para el hogar), la subida fue mayor, del 0,6 % mensual. En el plazo interanual, ese subíndice registra un aumento del 2,7 % respecto a agosto de 2024.
Entre los alimentos, el componente de carnes, aves, pescado y huevos avanzó 1,0 % en agosto; dentro de ese grupo, la carne de res (beef) tuvo un salto de 2,7 % para ese mes. Al mismo tiempo, los precios de frutas y verduras escalaron 1,6 %, con el tomate aumentando 4,5 % en ese mes.
En el caso del café, el aumento interanual es llamativo: 20,9 % según el análisis de KPMG, con un repunte mensual de 3,6 % en agosto, su mayor alza mensual desde 2011.
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Otra fuente coincide en que el precio del café tostado molido alcanzó 8,87 USD por libra en ese mes. Factores como las sequías en países productores claves (Brasil y Vietnam) y la imposición de un arancel del 50 % a importaciones brasileñas son señalados como elementos que agregan presión al alza, según los analistas.
En cuanto a la carne de res, medios como The Guardian reportan que la carne molida alcanzó los 6,32 USD por libra en agosto de 2025, con un aumento anual cercano al 13,9 %.
Respecto a los huevos, aunque el índice agregado para carnes y huevos subió 1,0 % en agosto, no se dispone públicamente de una cifra separada solo para huevos en el boletín del BLS.
A pesar de que la inflación no alcanza los niveles alarmantes de 2022, el coste de los comestibles sigue siendo una fuente importante de estrés para millones de familias estadounidenses, especialmente aquellas con ingresos limitados que ven disminuir su poder adquisitivo mes a mes.
Contexto político‑económico en EE. UU. y su impacto en los precios
Desde el inicio del mandato de Donald Trump en 2025, la narrativa oficial ha buscado proyectar que la inflación estadounidense se encuentra bajo control o incluso en retroceso, aunque los datos recientes contradicen esas afirmaciones.
En abril, Trump declaró que “no hay inflación”, y aseguró que los precios del petróleo y de los alimentos estaban bajando, lo cual fue recibido con escepticismo por economistas y analistas.
Esa postura ha sido un eje central de su relato político. En marzo, su administración aseguró estar reduciendo el costo de productos esenciales, entre ellos la gasolina y los huevos, como parte de una supuesta estrategia para corregir lo que califican como un “desastre económico” dejado por el gobierno anterior.
No obstante, los datos oficiales del BLS ofrecieron una imagen más matizada. En el mes de marzo de 2025, la inflación interanual cayó al 2,4 %, cuatro décimas menos que en febrero, lo que sugiere una moderación momentánea del crecimiento de precios. Esa cifra representó la tasa más baja desde septiembre del año previo, impulsada en parte por la caída del 6,3 % en los precios de la gasolina.
Sin embargo, ese respiro no garantiza una tendencia sostenida. Desde el entorno de la Reserva Federal, las señales de alerta no tardaron en manifestarse. En mayo de 2025, la Fed decidió mantener sin cambios los tipos de interés (en el rango 4,25 %–4,50 %) y advirtió que la política arancelaria de Trump podría reaccionar con un repunte inflacionario o una ralentización del crecimiento.
Los economistas coinciden en que los aranceles son un factor de presión sobre los costos importados, lo cual podría trasladarse a los precios internos de bienes de consumo.
En junio, esa tensión se reflejó estadísticamente: la inflación interanual volvió a situarse en 2,7 %, un signo de que los efectos inflacionarios no habían sido neutralizados por completo. Medios como El País destacaron que el alza respondió en buena medida al impacto de las tarifas impuestas sobre productos importados.
Este contexto pone de relieve que, aunque los índices generales de inflación pueden mostrar signos de enfriamiento en ciertos meses, las presiones sobre los alimentos e importaciones siguen activas.
Las discrepancias entre la narrativa del Ejecutivo y los datos objetivos subrayan el riesgo de que los incrementos en productos como el café, la carne o los huevos sean reflejo de fuerzas estructurales más profundas que no desaparecen con discursos.
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