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El economista cubano Mauricio de Miranda Parrondo criticó duramente la nueva política cambiaria anunciada por el Banco Central de Cuba (BCC), al considerar que las tres tasas oficiales aprobadas por el régimen no solo profundizan las distorsiones económicas existentes, sino que además están diseñadas para beneficiar a las empresas militares agrupadas en GAESA.
En una publicación difundida en sus redes sociales, De Miranda calificó la decisión del gobierno de mantener un sistema de tasas múltiples como “un error de política económica de manual”, que “segmenta los mercados, crea incentivos negativos y genera distorsiones”. En opinión del experto, la decisión del BCC mantendrá a la población y los emprendedores privados excluidos de un mercado real de divisas.
Según explicó, la coexistencia de tres tipos de cambio —1x24, 1x120 y una tasa flotante diaria— representa “un nuevo disparate económico” y un reconocimiento tácito del fracaso de las políticas monetarias del régimen.
Tres tasas y una mentira
El anuncio oficial, hecho por la presidenta del BCC, Juana Lilia Delgado Portal, introduce un tercer segmento cambiario “flotante”, cuyo valor se publicará diariamente.
Los otros dos segmentos mantienen las tasas de 1 CUP por 24 USD (para operaciones estatales básicas) y 1 CUP por 120 USD (para entidades con capacidad exportadora).
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Según el gobierno, este nuevo esquema busca “ordenar los flujos de divisas” y “evitar devaluaciones bruscas”. Sin embargo, De Miranda advierte que en realidad se trata de un mecanismo de control político y financiero, no de una apertura económica.
“El gobierno pretende decirle al mercado a cuál tasa debe operar. Eso no es una tasa flotante, es una tasa administrada. Así no funciona la economía”, subrayó el economista, quien fue profesor titular en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali y es uno de los especialistas cubanos más reconocidos en temas de política económica y desarrollo.
GAESA, el gran beneficiado
De Miranda fue explícito al señalar que las empresas controladas por GAESA (Grupo de Administración Empresarial S.A.) —el conglomerado militar que domina el turismo, las finanzas, el comercio exterior y la inversión extranjera en Cuba— serán las principales beneficiarias del esquema.
“¿Qué es lo que quieren? ¿Darle condiciones especiales a ciertos segmentos (GAESA entre ellos) para que operen sus importaciones con una tasa de 1x24 que es insostenible para el país?”, se preguntó el economista, advirtiendo que este diseño cambiario perpetúa los privilegios del aparato militar mientras penaliza al resto de la economía.
Según su análisis, mantener una tasa de 1x24 para las operaciones “estratégicas” del Estado equivale a subsidiar artificialmente las importaciones de las empresas del poder, permitiéndoles acceder a divisas muy por debajo de su valor real, mientras el resto de los actores —en especial los privados— deben operar a tasas muy superiores o recurrir al mercado informal.
“Con estas tasas sobrevaluadas, lo que se logra es favorecer las importaciones con precios artificialmente bajos, condenando a la producción nacional a una condición de escasa competitividad”, denunció.
Un sistema diseñado para el autoengaño
El economista cuestionó también la lógica macroeconómica detrás de la medida. En su opinión, el nuevo esquema no corrige ninguna de las causas de la crisis cambiaria, sino que profundiza el autoengaño del régimen, al pretender que “porque el gobierno decide que el dólar vale 24 pesos, el mercado lo aceptará”.
“Así no funciona la economía, señora ministra-presidenta del BCC. Usted debería saberlo, y el Consejo de Ministros también”, escribió De Miranda, en una crítica directa a la falta de realismo y conocimiento técnico de los actuales dirigentes económicos.
Su argumento coincide con el consenso académico internacional: la coexistencia de tipos de cambio múltiples crea mercados paralelos, alimenta la especulación y debilita la credibilidad de la moneda nacional.
Estudios del Fondo Monetario Internacional y del economista Sebastián Edwards demuestran que estos sistemas generan ineficiencias, corrupción y pérdida de reservas internacionales, mientras perpetúan el poder del Estado sobre el flujo de divisas (ver IMF Working Paper “Multiple Exchange Rate Systems” y Edwards, 1989, NBER).
El pueblo fuera del mercado
Otro punto central de su crítica fue la hipocresía oficial de hablar de “proteger a la población” con estas medidas.
De Miranda cuestionó abiertamente la afirmación de la ministra del BCC sobre la supuesta intención de “evitar devaluaciones bruscas para proteger al pueblo”. “¿Es que la población va a poder operar a tasas de 1x24 o 1x120? No me parece que esto vaya a ocurrir”, señaló.
En realidad, los cubanos de a pie solo tendrán acceso al tercer segmento, la llamada tasa “flotante”, cuyo valor dependerá del flujo de divisas que ingrese al sistema oficial —previsiblemente limitado—, mientras los grandes operadores estatales seguirán beneficiándose de tasas fijas irreales.
La consecuencia previsible, advierte, será la continuidad del mercado informal como verdadero espacio de referencia del valor del dólar. El propio Banco Central ha admitido que este mercado “no desaparecerá de inmediato”, lo que confirma que el nuevo sistema no resolverá la escasez de divisas ni la desconfianza en el peso cubano.
La dolarización parcial y el aumento de la desigualdad
De Miranda alertó además sobre los efectos sociales del modelo: “La dolarización parcial de la economía no mejorará las condiciones de vida del pueblo. Profundizará las diferencias sociales, golpeará especialmente a los más pobres y restará soberanía al peso cubano”.
Su advertencia es compartida por otros economistas cubanos y por la literatura económica contemporánea.
Investigaciones de Levy-Yeyati y Sturzenegger (2001, Journal of International Economics) muestran que los procesos de dolarización parcial incrementan la desigualdad, pues las divisas quedan concentradas en los sectores con acceso privilegiado al mercado, mientras la mayoría queda atrapada en una moneda débil y sin poder adquisitivo.
“Una sola tasa, una economía real”
Como alternativa, De Miranda reiteró que la única salida sensata sería unificar el tipo de cambio, acompañado de una reforma monetaria real que defina un régimen estable y transparente: “La tasa de cambio debe ser una, es decir, unificada”, subrayó.
El economista propuso opciones clásicas de estabilización, como una caja de conversión (modelo argentino de los 90), un crawling peg o una vinculación a una canasta de monedas, siempre que esté respaldada por reservas y disciplina fiscal.
Pero advirtió que mientras se mantenga el actual modelo centralizado, sin independencia del Banco Central ni apertura al sector privado, cualquier reforma será solo un “maquillaje de crisis”.
Conclusión: Un mercado hecho para el poder
El nuevo sistema cambiario, lejos de ser una apertura económica, representa —según De Miranda— una maniobra para sostener financieramente al aparato militar-empresarial de GAESA, consolidando la desigualdad y el control político sobre la economía.
Su análisis, respaldado por décadas de teoría económica, desmonta la retórica oficial: no hay reforma, sino simulacro; no hay estabilidad, sino manipulación; y no hay mercado, sino control.
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