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Los mercados agropecuarios estatales no resuelven el problema alimentario en Cuba

Valdés Mesa sabe que no es posible incorporar maquinaria, tecnologías, insumos, abonos, fertilizantes a la agricultura cubana. Ese es uno de los límites que provocarán que los mercados agropecuarios estatales se queden sin productos muy pronto.

Nuevo mercado de 15 y 24, en el Vedado, junto a uno antiguo vacío. © CiberCuba
Nuevo mercado de 15 y 24, en el Vedado, junto a uno antiguo vacío. Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 2 años

Los manifestantes que el 11 de julio salieron a las calles de más de 40 ciudades de Cuba proclamaban, entre otros muchos mensajes, su malestar con la situación económica. Y ésta depende de la alimentación, que se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para el Gobierno, ya que el sector agropecuario no produce suficiente y las divisas para importar alrededor de 2.000 millones de dólares en alimentos, no existen.

Puestos a resolver el problema los dirigentes comunistas han vuelto a errar en sus políticas al otorgar más importancia a la comercialización que a la producción. Esto viene a cuento porque La Habana contará con 47 Mercados Agropecuarios Estatales de nuevo tipo. Pues qué bien. El problema será qué van a hacer estos “mercados” cuando no haya qué vender.

Granma dedica un artículo a los nuevos mercados agropecuarios estatales que son un “invento” comunista para sortear la necesaria transformación del sistema comercial cubano al mercado y la libre elección, pasando por estos nuevos mercados que tratan de conectar la producción con la comercialización directa. Acopio pasó a un segundo plano.

Alguien podría pensar que ésta es la piedra filosofal comunista para resolver los problemas de alimentación de pueblo, pero la cifra de 47 unidades en una capital de más de 2 millones de habitantes dice por dónde van a ir los tiros. Experimentos como éste, que no van de forma directa al núcleo del problema, crean expectativas que luego no se cumplen, lo que aumenta la sensación de fracaso en amplios sectores de la población.

Pero de la misma forma que Valdés Mesa anda dando arengas a los campesinos para que produzcan más, ahora se anuncian a bombo y platillo los nuevos 47 mercados agropecuarios estatales de nuevo tipo, que son la última apuesta de la organización comunista por resolver el problema de la comida diaria de los cubanos.

En su día, cuando se anunciaron por vez primera estas iniciativas, ya tuvimos ocasión de exponer, con datos, que el problema del sector agropecuario cubano no está en la comercialización, sino en las condiciones técnicas de la producción. Y a ello nos remitimos de nuevo. Cierto es que el monopolio estatal de la comercialización, Acopio, resultó en un fracaso, pero existen dudas de que estos mecanismos directos sean una solución, sobre todo, cuando el campo no pueda producir.

Al parecer los comunistas apuestan fuerte por estos mercados. Así se hace ver en el artículo de Granma, donde se dio cumplida referencia a la visita realizada, por el dirigente del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer secretario de la organización en la provincia, Luis Antonio Torres Iríbar, al mercado de 15 y 24 uno de los primeros que se han abierto en la capital con el nuevo modelo. Díaz-Canel ha debido de tocar el pito y poner orden, para que el reparto del fracaso esté bien distribuido entre todos.

El dirigente comunista conversó con trabajadores y directivos de la Empresa Victoria de Girón, de Jagüey Grande, Matanzas, encargados de atender este lugar y al parecer, en cuanto abandonó el local, el centro comercial que atiende la Empresa de Acopio, además de viandas y vegetales, empezó a ofertar conservas y jugos elaborados en minindustrias.

Torres Iríbar dijo que estos establecimientos, que cuentan con el visto bueno de la organización comunista, funcionan con atención directa de grupos empresariales y empresas agropecuarias, para buscar alternativas que garanticen la permanencia de productos. Eso sí, el dirigente comunista no explicó qué productores se verán vinculados a estos nuevos establecimientos, ni en qué condiciones se va a materializar dicha cooperación.

De las ideas truculentas de los comunistas cabe esperar cualquier cosa, así que, en ausencia de información relativa a contratos y condiciones de servicio, lo más probable es que más pronto que tarde, los anaqueles de estos mercados se vacíen, o sus precios, por muy subsidiados que puedan estar, superen a los de otros establecimientos.

La probabilidad de que este tipo de mercados impulse al alza los precios de viandas, hortalizas, frutas, granos y cárnicos dependerá de la capacidad de suministro de los productores. Antes de 1959 La Habana tenía mercados surtidos gracias a una potente economía agropecuaria en su entorno próximo, capitaneada por productores independientes que estrechaban lazos comerciales con distribuidores también privados, que se encargaban de que mercados y bodegas siempre estuvieran llenos de mercancía.

Que esa rueda vuelva a funcionar de forma eficiente no depende de decisiones comunistas parciales y experimentales, sino de que se vuelvan a construir las relaciones que existían antes de 1959. Sinceramente, cuando se lee en Granma que todavía andan a medias con la marcha de las labores constructivas dirigidas a la ampliación de los establecimientos se puede concluir que este experimento no va a acabar bien. Poner el cántaro antes que la vaca no suele salir bien.

Por eso, Valdés Mesa sigue dando arengas por dónde quiera que va, pidiendo algo tan elocuente como que los esfuerzos por impulsar la producción de alimentos se traduzcan en resultados y que sean sostenibles en el tiempo. Que este objetivo no se logre por el sector agropecuario cubano debería ser objeto de reflexión, no sólo para Valdés Mesa, sino para todo el régimen.

¿Cómo quiere Valdés Mesa que aumente la producción cuando pide a los campesinos que trabajen con “tracción animal”, que empleen la materia orgánica como abono, que practiquen intercalado y a la siembra de cultivos que sean menos exigentes en cuanto al riego y los insumos? Magia o imprudencia temeraria.

Estoy convencido de que los más viejos del lugar debieron pensar en los métodos de producción de los tiempos coloniales. Valdés Mesa está instalado en ello porque sabe que no es posible incorporar maquinaría, tecnologías, insumos, abonos, fertilizantes a la agricultura cubana. Ese es uno de los límites que provocarán que los mercados agropecuarios estatales se queden sin productos muy pronto.

El otro, no menos importante, es el rescate de áreas ociosas y la siembra de cientos de hectáreas que siguen en las manos improductivas del Estado. Pero ¿no habíamos quedado en arrendar toda la tierra a los privados? Pues parece que no. Que aún el Estado comunista se reserva importantes zonas del territorio que, o no se explotan bien o simplemente se abandonan. La falta de tierras, una demanda de los productores privados es un factor limitante del desarrollo de la producción, y Valdés Mesa lo sabe, pero la ideología que sustenta su Gobierno hace imposible la transformación en los derechos de propiedad de la tierra que podría cambiar todo ello.

Deficiente uso de la tierra, escasez de combustibles e insumos, son factores que limitan la producción agropecuaria y harán difícil que los mercados agropecuarios no se vacíen más pronto que nunca. No es posible sacar el máximo provecho a la tierra y los recursos disponibles si este activo fundamental para el país sigue en manos improductivas estatales y no pasa a propiedad de los agentes privados. Cualquier reforma en la comercialización que no pase antes por este tipo de cambios, será un fracaso. Avisados están.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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