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Cuba, la invasión que se resiste y la mala memoria

Fidel Castro intentó justificar las intervenciones de Cuba en el extranjero como reacción verde oliva al embargo norteamericano, pero como hay muchos cubanos nacidos después de aquellos hechos y la educación castrista se ha encargado de borrar lo incómodo, resulta oportuno acudir al ex diplomático cubano Juan F. Benemelis, autor del más completo inventario terrorista del barbudo Mambrú: "Las guerras secretas de Fidel Castro", para obsequiar una almohadilla de olor al desmemoriado totalitarismo cubano.

Cartel propagandístico en la antigua cervecería La Polar © CiberCuba
Cartel propagandístico en la antigua cervecería La Polar Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 2 años

Tras la rebelión del 11J, que noqueó al tardocastrismo, grupos de cubanos pidieron una invasión militar a Cuba, otros sugirieron una intervención humanitaria e, inmediatamente, la dictadura activó su matriz de propaganda mentirosa, olvidadiza de sus numerosas aventuras insurgentes en América Latina y con pose de ofendida por estar en la lista de gobiernos patrocinadores del terrorismo.

Fidel Castro intentó justificar las intervenciones de Cuba en el extranjero como reacción verde oliva al embargo norteamericano, pero como hay muchos cubanos nacidos después de aquellos hechos y la educación castrista se ha encargado de borrar lo incómodo, resulta oportuno acudir al ex diplomático cubano Juan F. Benemelis, autor del más completo inventario terrorista del barbudo Mambrú: "Las guerras secretas de Fidel Castro", para obsequiar una almohadilla de olor al desmemoriado totalitarismo cubano.

Centroamérica

El 19 de abril de 1959, el barco cubano Mayarí, partió de Surgidero de Batabanó hacia Panamá, con 82 cubanos, dos panameños y un norteamericano a bordo, la expedición estaba dirigida por César Vega, un viejo compañero universitario de Castro y expedicionario de cayo Confite, y desembarcó en Playa Colorada.

La invasión fracasó, al naufragar las barcazas en las marismas y riscos de Nombre de Dios, donde hubo la única baja de la acción, fue un cubano que se enamoró y casó con una bella panameña del lugar; los invasores, por otra parte, escogieron una zona demasiado desolada para la guerra de guerrillas, y al final tuvieron que ser rescatados por buques de la marina de los Estados Unidos.

Carlos Fonseca Amador, principal líder sandinista hasta su muerte en 1976, había entrado en relación con el castrismo, desde 1952, a través de Raúl Castro, a quien conoció durante el sexto festival mundial de la juventud, celebrado en Moscú; mientras, durante su exilio en México, Fidel Castro estableció vínculos con los coroneles nicaragüenses Manuel Gómez Flores, Carlos Pasos, Francisco Frixione y Enrique Lacayo, también refugiados.

El 1 de junio de 1959, un comando nicaragüense zarpaba del sur de La Habana bajo el liderazgo del anticomunista Joaquín Chamorro, con el objetivo de desembarcar en el departamento de Chontales y, también en ese mes, Castro envió un avión militar de transporte a Punta Llorona, Costa Rica, con 13.500 libras de armas y municiones como apoyo al levantamiento armado del fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca Amador.

En diciembre de 1960, el gobierno salvadoreño incautó documentación confidencial de La Habana que incriminó al diplomático cubano Roberto Lasalle por financiar actividades subversivas, con una entrega de 600.000 dólares norteamericanos al salvadoreño Roberto Carias para desencadenar acciones violentas en El Salvador, cuyo gobierno expulsó a Lasalle, junto a René Rayneri, Armando Velázquez y José M. Valdés, los otros representantes diplomáticos castristas implicados en la subversión.

Uno de los informe incautados detallaba orientaciones de Raúl Castro sobre la necesidad de proveer instrucción bélica a salvadoreños, el uso de dicho país centroamericano como puente para los sandinistas, y atizar el conflicto fronterizo con Guatemala; otro de los documentos detallaba cómo los servicios cubanos buscaban toda la información posible sobre las familias más poderosas de El Salvador.

El 17 de julio de 1961, el director de la Guardia Civil de Costa Rica, coronel Sidney Ross, anunció el descubrimiento de un complot de Castro para fomentar actos subversivos en Costa Rica, Nicaragua y Panamá que propiciara el derrocamiento de sus respectivos gobiernos, haciendo pública la existencia de pistas de aterrizaje clandestinas, al norte del país, que Cuba aprovechó para entregar armas a los insurgentes nicaragüenses.

Che Guevara realizó un pacto secreto con el depuesto mandatario guatemalteco Jacobo Arbenz, en 1959, cuando los cubanos se comprometieron a restablecerlo en la presidencia; los servicios secretos de Guatemala alertaron al entonces presidente Miguel Idígoras, que el gobierno cubano había ampliado el complot con los líderes comunistas Francisco Villagrán, Mario Chávez, Francisco Ponce, Luís Valcárcel y Edmundo Guerra Teinheimer.

En agosto de 1960, el gobierno Idígoras hizo públicas las pruebas acumuladas sobre la conspiración promovida por La Habana y, un mes después, cayó Juan Larcos, agente cubano que ratificó los planes subversivos del castrismo; evidenciado en un desembarco de armas desde la goleta La Cubana, bombardeada por la aviación guatemalteca, en plena faena en la costa atlántica, desde donde huyó, pero encalló en Cozumel, provocando un escándalo en México.

Guatemala aprovechó para incautar documentación que detallaba los planes de Castro: Desembarcos de armas y guerrilleros en Omoa y La Barra (Honduras), simultáneos con ataques a Puerto Barrios, Cobán y Mazatenango; sabotajes en las principales ciudades, y el establecimiento de comunicaciones directas con La Habana mediante una estación de radio que se instalaría en Senahu.

Los servicios de Inteligencia de México, penetrados por la CIA desde su nacimiento, detectaron que Castro había prohibido los vuelos internacionales por cielos de Pinar del Río; donde estaba acantonada una fuerza expedicionaria cubano-guatemalteca a la espera de viajar secretamente a Guatemala, donde el 13 de noviembre se produjeron motines en el aeródromo militar de Zacapa y en Puerto Barrios, encabezados por los oficiales del ejército Rafael Sesam, Arturo del Cid y Marco Yong Sosa, quienes eran los contactos de Cuba.

.En 1962, el guatemalteco Yong Sosa abrió un nuevo frente guerrillero en la Sierra de Minas tras recibir abundante logística militar de Cuba y lograr estructurar una red encubierta urbana de abastecimientos, una operación supervisada directamente por Piñeiro, que creó en Cuernavaca, una base operativa de apoyo a Yong Sosa; el oficial de Inteligencia Julián López, que años después fue embajador de Cuba en Nicaragua, fue sorprendido pasando armas a Guatemala, desde México, donde fue declarado persona non grata.

Guatemala intensificó las denuncias de la injerencia cubana, pero La Habana patrocinó un segundo frente de guerra, el de Luis Augusto Turcios Lima, que protagonizó una ola de asaltos, actos de intimidación, atentados contra militares y figuras gubernamentales, secuestros, sabotajes con bombas y tomas de caseríos, entre 1962 y 1963.

En 1966, durante la conferencia Tricontinental en La Habana,Turcios Lima fue aclamado como el representante legítimo de la insurgencia guatemalteca, en detrimento del grupo trotkista de Yong Sosa, que sufrió un menoscabo del apoyo de La Habana, debido el exilio forzoso de Ernesto Guevara, derrotado en el Congo y escondido en Praga.

Colombia

En mayo de 1960, se celebró en La Habana una reunión entre Castro, el Che y un puñado de colombianos entre quienes destacaba Juan de la Cruz, quienes recibieron dinero, armas y entrenamiento para precipitar una actividad guerrillera en Colombia, donde en marzo de 1961 se descubrió una red subversiva coordinada y alimentada por los cubanos Antonio Prisco Porto, Blanca Díaz Collazo y el militar Máximo Grever, quien servía de instructor a los alzados en Sumapaz.

El tráfico clandestino de armas y municiones cubanas se hizo por vía aérea, a través del golfo de Urabá, Antioquía y el Valle del Cauca, y se venía efectuando desde 1959; en respuesta, Colombia rompió relaciones diplomáticas con Cuba (1963) y La Habana respondió reforzando su cooperación con la actividad subversiva, desembarcando un contingente de colombianos entrenados en la isla, que crearon focos guerrilleros.

El 5 de agosto, la captura del cubano Fabio Fermín Fernández, posibilitó la caída de una red de oficiales ilegales de la Inteligencia castrista, que operaba en Barranquilla promoviendo y supervisando terrorismo urbano y apoyando logísticamente a las guerrillas; pero su principal cometido -abortado por la seguridad colombiana- era hacer coincidir una rebelión militar en Cartagena con un doble atentado contra los presidentes de Colombia, Guillermo León Valencia y de Venezuela, Rómulo Betancourt.

Venezuela

En octubre de 1962, Rómulo Betancourt denunció que Castro había ordenado volar cuatro centrales eléctricas en el lago Maracaibo, pese a la alerta de las fuerzas militares y de seguridad, el 3 de noviembre, un comando venezolano, entrenado en Cuba, dinamitó dos oleoductos y un gasoducto en Puerto La Cruz.

En enero de 1963, fue descubierto en Caracas el principal almacén de armas que Cuba disponía para los insurrectos venezolanos, y documentación comprometedora no sólo para La Habana, sino también para las guerrillas y las redes urbanas clandestinas, que facilitó una batida gubernamental a la insurrección, con Fabricio Ojeda (Faln), Juan Vicente Cabeza (Partido Comunista) Teodoro Petkoff (Mas) y Gregorio Lun Márquez como actores principales y que debutaron con con un frustrado asalto al caraqueño aeropuerto de La Carlota.

La acción formó parte de una secuencia de acciones terroristas para festejar el 26 de julio, volando puentes, atacando pueblos provocando disturbios, y dinamitando los oleoducto de Ulcamay y gasoducto de Arrecifes, y provocando la caída del agente cubano José Alfonso, que dirigía un grupo terrorista que atacó las empresas Dupont, Sears y otras entidades norteamericanas.

Pero la guerrilla no consigue el apoyo popular y Castro se ve obligado a realizar continuas operaciones de envíos de hombres y armamento, como el desembarco de Paraguaná, donde las autoridades venezolanas capturaron un alijo de tres toneladas de armas, y en operaciones posteriores, fusiles belgas con el escudo de Cuba en sus culatas, o los atentados terroristas contra oleoductos de Gulf Oil, Mobil Oil, Texas Petroleum y Socony Oil, ejecutados por comandos cubano-venezolanos.

El 24 julio de 1966 se produjo la primera invasión patrocinada por Fidel Castro y comandada por el venezolano Luben Petkoff, que desembarcó en playas de Tucacas, con 14 militares cubanos, incluidos el fusilado Arnaldo Ochoa Sánchez, Raúl Menéndez Tomassevich y Ulises Rosales del Toro.

El 8 de mayo de 1967, el buque cubano Sierra Maestra zarpó del puerto de Santiago de Cuba y desembarcó un grupo guerrillero en Machurrucutú, siendo descubierto y neutralizado por el ejército venezolano que mató a Antonio Briones Montoto, Pedro Cabrera se suicidó en prisión; sobrevivió Manuel Gil Castellanos, defenestrado luego en la Causa 2 de 1989.

En junio de 1967, prestó declaración ante una comisión especial de la OEA el venezolano Héctor Pérez Marcano entrenado por el ejército y la Seguridad del Estado cubanos, y que integró una compañía de su país que combatió a los alzados en el Escambray.

Pérez Marcano declaró que el propio Castro insistió ante los venezolanos de la importancia de golpear los oleoductos de Maracaibo para crear una sensación de caos en Venezuela, y salió de La Habana hacia Praga en 1964, con pasaporte cubano falso a nombre de José Escobar, y con la misión de crear y coordinar el contrabando de armas en la frontera con Colombia.

República Dominicana y Haití

Pese al apoyo de Trujillo, a la expedición del yate Granma y el levantamiento de Santiago de Cuba, dirigido por Frank País, obviando la participación del primero en la fracasada invasión de Cayo Confite, en las primeras semanas del triunfo de la revolución, un grupo de dominicanos se entrenaba en las montañas cubanas, mientras Radio Rebelde desencadenó un barraje de trasmisiones hacia Haití y Santo Domingo, llamando a la rebelión.

El 14 de junio de 1959, varios yates artillados, un guardacostas y tres fragatas, conjuntamente con tres C-46, un B-26 y un P-51 del ejército cubano, secundaron, desde la provincia de Oriente, el lanzamiento de la “Operación Domeñar”, que comprendía un desembarco combinado de 200 cubanos y dominicanos en las playas de Constanza y Puerto Plata, bajo el mando de los oficiales de Castro: comandante Delio Gómez Ochoa y capitán Enrique Jiménez Moya.

La vecina Haití tampoco escapó de los planes expansionistas del nuevo caudillo y el 14 de agosto de 1959, un mes después de la fracasada intentona en República Dominicana, un contingente de cubanos secundado por varios haitianos, acaudillados por los oficiales del ejército de Castro, comandante Henry Fuentes y el capitán Ringal Guerrero, desembarcó en Les Irois, para derrocar a Duvalier.

El primer grupo estaba formado por 18 cubanos, 10 haitianos y 2 venezolanos, el cual debía sumarse a una columna del ejército haitiano, que supuestamente se amotinaría.Una subcomisión de la OEA visitó Haití y entrevistó a los prisioneros cubanos Manuel Rodríguez, Santiago Torres, Antonio Panseca y Osmani Escalante.

Durante los preparativos de la invasión castrista a Haití, fueron reclutados voluntarios entre haitianos residentes en Estados Unidos y Cuba, donde la organización Triple-A, dirigida por Aureliano Sánchez Arango, ofreció las embarcaciones necesarias; mientras la emisora Radio Progreso comenzó a trasmitir una programación en francés, dirigida a los conspiradores dentro de Haití.

En 1980, el gobierno castrista lanzó una ofensiva diplomática internacional e ideológica interna por la creación de Radio Martí, tachándola de engendro subversivo, en otro ejercicio de desmemoria oportunista y con Radio Habana Cuba emitiendo hacia los cinco continentes en varios idiomas.

Cual anciano olvidadizo, el gobierno cubano azuza ahora el riesgo de una supuesta intervención militar norteamericana, inexistente desde la Crisis de Octubre, e insiste en vincular las rebeliones del Movimiento San Isidro, del 27N y del 11J con la CIA y el gobierno norteamericano, cuando es el principal responsable del destrozo de Cuba y víctima de las malas mañas de sus antecesores, ahora boomerang metalúrgicos por aquello de quien a hierro mata... aunque sea con golpes blandos.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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